LAGUNA DEL DIAMANTE (Continuación)
Nos
dirigimos hacia el área de acampe, donde para nuestra sorpresa encontramos algo
que no figuraba en ninguna guía turística: hacía pocos días y casi hacia el
final de la temporada, un señor había instalado carpas muy grandes, de forma
semicilíndrica y ofrecía todos los servicios: comedor para 20 personas,
alojamiento con calefacción, baños con duchas de agua caliente y enlace radial
con Mendoza. Desconozco si en el verano de 2004 se prestaron estos servicios.
La
laguna es muy visitada los fines de semana por pescadores y pudimos contabilizar
alrededor de 20 vehículos, en su mayoría camionetas,
repartidos por la zona. No esperaba encontrar “tanta compañía”.
A
un centenar de metros del área de camping nace el río Diamante, de aguas
totalmente transparentes y aprovechamos el atardecer para caminar por sus
orillas.
Nacimiento del Río Diamante |
Algo
que me llamó la atención de esta zona es que se encuentra totalmente rodeada
de montañas, las cuales se ven desde su base.
Llegó
la noche y nos encontró preparando la cena.
La
temperatura rápidamente cayó hasta alcanzar varios grados bajo cero lo cual
nos obligó a dormir vestidos dentro de nuestras bolsas.
La
carpa utilizada es una iglú para 6 personas, muy alta y bastante fría ya que
no es para alta montaña, sumado a que las bolsas son para una temperatura
mínima de 0°.
Pasamos la noche sin problemas.
Amaneció
totalmente despejado y mientras el resto de la familia dormía, recorrí con el
auto los 6 km hasta la entrada para ver si podía sacar una foto con el volcán
reflejándose sobre el agua quieta. Lamentablemente corría una muy leve brisa y
el efecto espejo solamente se daba sobre algunos charcos de la orilla.
Vista del Volcán en horas de la mañana antes que comience a soplar el viento del oeste |
En
la zona no hay vegetación que pueda brindar la más mínima sombra y el sol
castiga en forma implacable durante todo el día.
Vista del Volcán y al frente las piedras resultado de pasadas erupciones |
Pensábamos pasar una noche más pero los chicos se cansaron rápidamente de la contemplación paisajística por lo cual en horas de la tarde emprendimos el regreso.
La
presencia de nubes, para mí amenazantes, hizo que apriete un poco más el
acelerador y en una hora ya estábamos otra vez con los gendarmes del Cruz de
Piedra.
Guanacos a un costado del camino |
Seguimos bajando y sufrimos nuevamente la tortura del serrucho entre el Refugio Alvarado y la ruta 101.
Envidiaba el tren delantero de la camioneta Ford que me pasó
como si estuviera parado pero estaba ahí, con el modesto Kangoo, muy feliz de
haber llegado hasta un lugar que ya consideraba imposible de conocer a menos que
contratase un excursión.
¡
Qué sensación de libertad cuando uno viaja sin itinerario prefijado !.
Sabíamos
que al día siguiente continuaríamos viaje hacia el sur pero no conocíamos
hasta adonde.