PRÓLOGO
Como
es habitual, disfrutando de la libertad que da viajar sin cronogramas
preestablecidos y cargando un montón de cosas que finalmente no fueron
utilizadas (elementos de camping, segunda rueda de auxilio, bidón para
combustible extra, eslinga, pala, repuestos básicos para el Kangoo, etc),
partimos Nora, Pablo y yo.
Por primera vez seríamos tres en vez de cuatro ya que Javier no pudo participar.
Teníamos
muchas dudas respecto a como nos trataría el clima ya que siempre escuchamos
que en el Norte hace mucho calor. La idea era mantenermos lo más cerca
posible de las zonas montañosas donde nos aseguraríamos que por la noche las
temperaturas serían más bajas.
Recuerdo que muchos años atrás (más de veinticinco), miraba una guía de rutas de Esso y trataba de imaginarme como serían los paisajes que rodean algunos de los Pasos fronterizos que permiten cruzar la Cordillera de los Andes, llamándome la atención el Paso de Agua Negra (San Juan) ya que lo veía como uno de los más altos. En aquel entonces no había sentido hablar del Abra del Acay, que si bien no cruza los Andes, es el que alcanza mayor altitud sobre el nivel del mar.
Desde hace mucho tiempo
consideraba al Paso de Agua Negra como "una deuda
pendiente", sumando en épocas recientes a la Laguna Brava y al
Paso de San Francisco.
Estos
eran los los tres puntos a visitar en nuestro viaje y, si teníamos la suerte de
alcanzarlos, sobre la marcha veríamos como aprovechar los días restantes.
También,
habituados a los recorridos patagónicos, nos quedaba la duda respecto a si los
paisajes a ver colmarían nuestras expectativas.