Saliendo de
Tinogasta y ya en la ruta turística, a poco de andar se llega a El
Puesto, un pueblo rodeado de viñedos y olivos donde está el oratorio de
Los Orquera, una de las joyas de esta ruta que la tradicional familia
construyó en 1747.
Las imágenes, entre ellas una de Nuestra Señora del Rosario y otra de un
Cristo Crucificado, como también un cuadro de la Virgen María
amamantando al Niño, fueron traídas desde Chuquisaca, en Perú, por las
hermanas Martina y Mariana Asiaris, que antes habían pasado por Calama y
San Pedro de Atacama, en Chile.
Desde allí la Ruta del Adobe continúa hacia Anillaco, vieja población de
Catamarca que fue baluarte del proceso colonizador de la región y la que
le dio su nombre a la Anillaco de La Rioja.
Por allí caminó en 1536 Diego de Almagro, el primer español que fatigó
las tierras del noroeste, donde los conquistadores encontraron una
resistencia que no esperaban y que fue el origen de las cruentas guerras
Calchaquíes.
Los vecinos lograron que la iglesia de Anillaco fuera declarada
Monumento Histórico Provincial en 1993, y años después, en 2002, cuando
la Ruta del Adobe dejó de ser un proyecto para convertirse en una
realidad, llegaron los recursos económicos para recuperar ese lugar
santo y casi tres veces centenario.
Y ya en la boca de la quebrada de La Troya se yergue Watungasta, o
Batungasta, asentamiento aborigen cuyas ruinas fueron reconocidas por
arqueólogos argentinos como Alberto Rex González y Rodolfo Raffino,
quienes determinaron que fue un importante centro poblacional en el
corazón del Valle de Abaucan.
Otros estudios arrojaron que Batungasta, vocablo que significa "pueblo
de los grandes hechiceros", fue un asentamiento anterior a la llegada de
los Incas, en 1470, y uno de los 10 sitios sobresalientes entre las 138
instalaciones que este pueblo dejó en el noroeste de nuestro país.
Tal teoría se apoya en su diseño, que tiene dos plazas, igual que la
ciudadela de Cusco.
Y finalmente la Ruta del Adobe llega a Fiambalá y a la Iglesia de San
Pedro, una construcción de adobe que levantó el Capitán Domingo Carrizo
en 1770, donde entronizó una talla de origen cusqueño hecha de madera y
óleos, traída desde Bolivia.
La iglesia forma parte del antiguo Mayorazgo de Fiambalá, y de La
Comandancia, y frente a ella se yergue un algarrobo de 200 años, testigo
privilegiado de todo lo que ocurrió en la antigua morada de los Cacanos
de Pianwalla
Para la gente de Fiambalá San Pedro es "el santo caminador", Patrono de
los Viñedos, que se muestra sentado en el centro del altar. Y no son
pocos los que dicen haberlo visto caminando entre las viñas y regresar
al altar con espinas en sus zapatos.
En la sacristía de la iglesia hay un enorme arcón de madera donde se
guardan pared de zapatos de todos los colores, que el santo caminador
recibe de sus devotos en agradecimiento a ruegos complacidos.
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