LAGUNA TORRE 

 

 

 

Al día siguiente, intento arrancar el KANGOO para estrenar la batería nueva pero no hubo caso. Evidentemente el problema no era ese: cuando volvimos a casa descubrí que de las cuatro bujías de preencendido, dos no funcionaban.

 

Sugerencias: revisarlas, desconectarlas y verificar de a una si consumen corriente poniendo el auto en contacto y mirando si al tocar el capuchón metálico con el cable que la alimenta, se produce el chisporroteo. Con el motor caliente, el KANGOO arranca incluso sin ninguna bujía conectada. Por propia experiencia, gastar un poco más y comprar bujías originales o de marca reconocida., evitando las de fabricación china que duran muy poco. Generalmente no se cortocircuitan sino que se “cortan”.

 

Otra sugerencia: las de mala calidad, a veces producen que el elemento calefactor se “pegue” a la tapa de cilindros y cuando se intenta sacar la bujía, ésta se parte y no queda otra que destapar el motor.

 

Bueno, dejemos la mecánica de lado. Había que ponerlo en marcha.

Hora de recurrir al, siempre denostado por muchos mecánicos, “aerosol arranca motores”. Saqué el filtro de aire, un poco de aerosol, arranque y a funcionar. Durante el resto del día no habría problemas.

 

El auto, de puro fiaca, lo usaba a la mañana para recorrer las ocho o días cuadras que nos separaban de la entrada de El Chaltén desde donde se veía el cerro Torre. Tenía la cima tapada pero se veían pocas nubes.

 

Luego del desayuno, armamos la mochila. Miré mis zapatillas con cara de espanto y mientras me caían “dos lagrimones”, me las calzé.

 

Esos escasos segundos se convirtieron en una ceremonia desagradable que tuve que realizar todos los días hasta que llegué a Buenos Aires.

 

Existen dos variantes para tomar el sendero a la Laguna Torre: uno, más largo y menos empinado, sale desde el centro del pueblo. El otro, con una subida pronunciada al principio, sale casi enfrente de las cabañas. Más adelante ambos se unen. Tomamos el empinado.

 

Era nuestra tercer caminata por esos senderos y transcurría sin inconvenientes. En la zona conocida como mirador del Torre, observamos su cima cubierta por nubes blancas. ¡ Qué bronca !

 

Alcanzamos la Laguna que estaba “planchada”; solamente había una brisa muy leve. Al principio las nubes cubrían la mitad del Cerro.

 

Vista de la Laguna Torre y del cerro del mismo nombre, cubierto por nubes

 

Con mi bolso de fotografía me separé una centena de metros y me instalé sobre la parte alta de la morena que rodea la Laguna, bien cerca del nacimiento del río Fitz Roy.

 

Me entretenía mirando como se desplazaban las nubes en la altura debido a que se notaba que los vientos en la cima del Torre eran más fuertes.

 

En eso estaba cuando veo que empieza a aparecer el clásico “hongo de hielo”, que tanto quería ver y fotografiar. No lo podía creer. En cuestión de minutos y varios cambios de lente mediante, agoté un rollo de 36 fotos.

Nora, con la cámara digital también hizo lo suyo.

 

Cerro Torre

 

Estábamos felices, luego de tres caminatas realizadas en años sucesivos lo habíamos visto. Tomé conciencia que yendo unos días una vez por año, podría pasarme toda una vida sin verlo.

 

hongo_torre_01.jpg (85249 bytes)

hongo_torre_02.jpg (67652 bytes)

La cima del Torre con su hongo de hielo asomando entre las nubes

cerro_mocho.jpg (107065 bytes)

cerro_torre_01.jpg (53713 bytes)

Cerro Mocho

Cerro Mocho, Cerro Torre y agujas Egger y Standhard

 

Almorzamos, dormimos la siesta al sol y al atardecer emprendimos el regreso.

 

Volvíamos eufóricos, con el sueño del pibe cumplido. Incluso me olvidaba del dolor de pies.

 

Agarramos el Kangoo y fuímos hasta la entrada del pueblo a ver como estaba el Torre ahora. Lo encontramos totalmente despejado y envidiamos a los que acamparon en las inmediaciones de la Laguna Torre.

 

Cerro Torre y agujas Egger y Standhard desde el mirador

 

¿ Habrán salido mis fotos ?. Por lo menos las que tomó Nora con la digital las habíamos verificado y estaban buenas.

 

 

 

Atrás Principal Arriba Siguiente