LAS LEÑAS - LAGUNA NIÑA ENCANTADA - LOS MOLLES - LAS LEÑAS
Nos
gustó tanto el departamento que decidimos quedarnos un día más.
Dormimos
hasta mediodía y por la tarde regresamos por la ruta hasta Los Molles para
visitar la “Laguna de la Niña Encantada”.
Antes
se accedía con auto siguiendo un camino de ripio que corría por la margen
izquierda del río que se cruzaba unos kilómetros aguas arriba por un puente.
Ese
camino, totalmente desmejorado, ya no se utiliza en forma masiva porque se ha
construido un nuevo puente peatonal,justo frente a la zona de la laguna.
Actualmente
dejó de ser un área de acceso libre y deben pagarse cánones diferenciados
para la visita y para el camping. La administración está en menos de la gente
que administra el Club Andino Pehuenche.
La laguna es pequeña, con aguas que se ven de color verde transparente y tiene población de truchas que debido a la pureza del agua pueden fotografiarse y filmarse.
La transparencia del agua permite ver las truchas en la Laguna "de la Ñiña Encantada" |
Se comenta que se alimenta subterráneamente ya que no se ve ningún
curso de agua que desemboca en ella pero sí se ven las aguas que salen de la
laguna dando nacimiento a un arroyo, manteniéndose constante el nivel.
Innumerables
leyendas populares han crecido teniendo como centro a la laguna. Una de ellas
dice que la princesa india Elcha se enamoró del joven inadecuado y fue
perseguida hasta encontrar su salvación en el agua.
La
tarde se volvió desapacible y aprovechamos para tomar mate en el refugio –bar
– oficina de administración mientras charlamos con los jóvenes que cuidan el
camping. Allí nos enteramos que en el Refugio del Club Andino Pehuenche, en el
cual ya habíamos pernoctado, esa noche se prepararía chivito libre, con vinos,
frutas y guitarreada.
Volvimos
a Las Leñas pero el “bichito” de la tentación había prendido fuerte y
tomamos rápidamente una decisión: volveríamos al Club Andino para disfrutar
del chivito. La pasamos muy bien ya que el Refugio estaba lleno de gente que
formaba parte de contingentes alojados allí mismo, tanto el chivo como el pan
casero estaban exquisitos y reinaba el ambiente típico de montaña.
Una
guitarreada con todo el grupo reunido al calor del hogar a leña, puso punto
final a una velada muy linda.
Desandamos
muy despacio y sin novedad los 19 km de camino sinuoso que nos devolverían a
nuestro departamento en el Cirrus.
Dormimos
hasta bien entrada la mañana.