CAMPAMENTO BASE VOLCÁN DOMUYO
Viernes 18 de febrero
Nos levantamos temprano y mientras tomaba mate observaba a Valentín que preparaba los caballos, prestando especial atención en los dos que no eran de su propiedad y que no conocían la zona en la cual marcharían.
Me entretenía mirando como uno de ellos se negaba a dejar de pastar y no quería meter las patas en el agua caliente para cruzar el arroyo. Valentín llevándolo de tiro con todas sus fuerzas y uno de sus hijos que lo azuzaba de atrás no eran suficientes para convencer al animal empacado. En un instante el caballo saltó el arroyo sin tocar el agua y no pude evitar pensar que pasaría si ese salto lo daba cuando alguno de nosotros, gente de ciudad, lo montaba.
De atrás hacia adelante: Javier, Omar y Valentín |
Los cinco jinetes y dos perros partimos pasadas las 0800 hs. Enseguida notamos que los caballos eran muy mansos y que dos de ellos (los de Nora y Javier) tenían un paso demasiado lento y de vez en cuando teníamos que esperarlos.
Valentín, además de buena persona, es un excelente anfitrión y le gusta mucho conversar. A poco de andar ya estábamos charlando del paisaje, de su familia y de bueyes perdidos.
En la primera parte del recorrido cortamos camino y empalmamos la ruta que por camino de cornisa llega hasta “El Playón”. A medida que se gana altura se obtienen vistas muy lindas de los valles y de la Cordillera de los Andes a nuestras espaldas (oeste). También logramos ver algunas columnas de humo que se levantaban en el Cajón del arroyo Covunco, aguas arriba de Los Tachos.
Si bien Valentín nos había dicho que podíamos parar cuando quisiéramos para sacar fotos o descansar, dejamos que él decida las paradas basado en su mayor experiencia.
En El Playón paramos un rato a descansar y contemplar el paisaje. Carteles precarios indican el comienzo del sendero y anuncian que unos cientos de metros más adelante se alquilan caballos y se portean equipos.
La cabalgata si se contrata desde este punto resulta más corta y menos cansadora que desde Aguas Calientes.
Piedras conocidas como "Las Mellizas" |
El sendero que al principio discurre por la margen derecha del Covunco se presenta único y perfectamente visible. Una bajada nos coloca casi a nivel del agua y podemos ver Las Mellizas, famosas piedras por las cuales los caminantes cruzan el arroyo cuando tiene mucho caudal. Los caballos siguen por la margen derecha y cruzan unos doscientos metros aguas arriba.
Cruzamos el Covunco en un punto donde el agua se dividía en dos brazos y creo que a esa hora de la mañana se lo podía cruzar caminando sin mayores problemas. Enseguida nos montamos sobre el sendero que de ahora en más seguirá por la margen izquierda y ganará altura en forma paulatina.
En algunos tramos el cajón se angosta y el sendero, con un ancho inferior a 40 cms, corre a 10 o 15 mts sobre el nivel del agua.
Confiamos en que el caballo no trastabille porque una caída seguramente tendría serias consecuencias. En determinado momento el caballo de Valentín resbaló y estuvo a punto de caer; gracias a sus años de jinete se mantuvo montado. Me comentó que ese caballo estaba “muy liviano de patas” porque lo habían preparado para correr carreras en la fiesta de Ailinco y no tenía pensado utilizarlo en estas cabalgatas pero dado que éramos cuatro y que vió en nosotros tantas ganas de hacerla, lo “sacó a pasear”.
Llegamos a una vega y aprovechamos para descansar un rato y permitir que los equinos tomen agua y coman algo de pasto fresco. Desde aquí teníamos una hermosa vista del Domuyo.
A partir de este punto el paisaje se torna más bello. Al fondo el valle se cierra e imaginamos que el Covunco dobla hacia la izquierda en dirección a los glaciares.
El sendero sube y baja mientras se suceden pequeñas lagunas de alimentación glaciar. El cansancio se hace sentir pero intuímos que el campamento debe estar cerca.
En eso estamos cuando el sendero gira y ante nosotros se presenta una hermosísima laguna de color turquesa, con el Domuyo detrás.
Campamento base del Volcán Domuyo |
Un refugio metálico y algunas carpas armadas, en esos momentos desocupadas, nos confirman que llegamos al campamento base. Vemos las pircas que sirven de refugio frente a los vientos que a veces intentan destrozarlas.
Almorzamos y recorrimos los alrededores. Una de las carpas oficiaba de depósito de víveres y con seguridad pertenecían a andinistas que estaban intentando la cumbre.
Observamos como se incrementa notablemente la pendiente del sendero que continuaba hacia arriba.
El agua de la laguna no es potable y con Javier y Valentín juntamos nieve de un manchón cercano.
Como siempre el tiempo pasó más rápido que lo deseado y llegó el momento de partir, máxime considerando que habíamos tardado más de 5 hs en subir.
De izq a der : Pablo, Javier, Valentín y Nora |
Desandamos el camino e hicimos una parada en el vega donde aprovechamos el agua pura y fresca de un arroyo que baja hacia el Covunco para preparar y beber Ñaco, el refresco de los puesteros. Se prepara con harina de trigo tostado, azúcar y agua aunque me comentaron que reemplazando el agua por cerveza se obtiene una bebida aún más rica.
Los caballos que antes caminaban despacio ahora apuraban el paso, conscientes de que volvían a casa.
En el tramo que está entre la vega y el Playón nos cruzamos con ocho andinistas que marchaban con todo su equipo a cuestas hacia el campamento base. En sus caras se notaba el esfuerzo y eso me hizo pensar en lo acertada que había sido nuestra decisión de alquilar los equinos porque en un principio estuvimos a punto de hacer el trekking con la carpa al hombro para pernoctar en el base y regresar al día siguiente. Mis esporádicas visitas al gimnasio no hubieran bastado para ahorrarme el sacrificio.
Los saludos de rigor y cada grupo siguió su camino.
Cruzamos nuevamente el Covunco que a esta hora traía más agua y arribamos al Playón. Los caballos seguían apurando su paso y al mío en particular tenía que frenarlo para que no trote.
El tramo Playón – Aguas Calientes, sobre todo en la última parte que es menos paisajística, se nos hizo demasiado largo.
Afrontamos las últimas bajadas y arribamos al camping luego de once horas de trajeteo, con nuestros cuerpos maltrechos pero muy felices por la experiencia vivida.
Masajes rejuvenecedores con agua caliente |
Los dolores de cintura y espalda desaparecieron súbitamente gracias a los masajes naturales de agua caliente que recibimos bajo la cascada del arroyo.
Cena, nada de sobremesa y a dormir.