EL CALAFATE - EL CHALTEN - CAMPAMENTO POINCENOT
Esperando que no hubiera barro en la RN 40 como producto de las últimas lluvias y aprovechando que el tiempo parecía mejorar partimos rumbo a El Chaltén.
Paramos en el hotel “La Leona” donde aprovechamos a tomar un café mientras los chicos jugaban al “Juego de la Argolla” antes de proseguir viaje. Estaba pendiente la revancha de los partidos del verano anterior.
Una vez que alcanzamos la costa del Lago Viedma y giramos por la RP 23 hacia el oeste, disminuímos la velocidad por dos motivos: llenar nuestros ojos con el magnífico paisaje y esquivar las piedras sueltas.
A medida que avanzamos vemos la inconfundible silueta del Fitz Roy asomarse tímidamente entre las nubes.
CORDON DEL FITZ ROY DESDE RP 23 |
Una persona que va por primera vez con esa espectacular vista ya se da por satisfecha pero nosotros que lo habíamos visto en todo su esplendor el año anterior teníamos sensaciones encontradas: nos sentíamos felices de estar ahí pero rogábamos que el tiempo cambie ya que “sabíamos lo que nos estábamos perdiendo.
Se veía adelante y a lo lejos el frente del Glaciar Viedma que baja de los Hielos Continentales.
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FRENTE DEL GLACIAR VIEDMA DESDE RP 23 (Foto tomada con zoom) |
Llegamos al pueblo e intentamos alojarnos en las Cabañas Austral. La calidad de las mismas, la conveniencia de sus tarifas y sobre todo el excelente trato recibido hacía un año fueron los factores tenidos en cuenta al momento de decidir. Lamentablemente no había lugar.
Recorrimos los distintos complejos y nos alojamos por una noche en las cabañas “Cerro Torre”. Ubicadas en el centro del pueblo, cómodas y de precio accesible, son de las primeras que se construyeron. Desde allí pudimos ver por unos minutos la cima del cerro Torre que hacía veintitrés días que estaba oculta tras las nubes.
Aprovechamos para organizar, medio a las apuradas, las cosas necesarias para hacer nuestro primer trekking con mochilas y carpa, pernoctando en alguno de los campamentos libres.
Llegaríamos hasta Poincenot o si estuviéramos muy cansados nos quedaríamos en Capri que está de paso.
Otra aclaración: nuestra carpa es una iglú de un solo ambiente para 6 personas marca DOITE, modelo HI-CAMPER 6. Su peso 8 Kgs. Su altura interior 1,85 mts.. Totalmente desaconsejable para un trekking de ese tipo pero lo tomaríamos con calma.
Armamos las mochilas y dividimos la carpa entre los cuatro: la parte más pesada, el piso, para mí. Mi esposa llevaría el sobretecho, mi hijo mayor las estacas y mi hijo menor las 3 varillas.
Nos aseguramos de llevar linternas, botiquín, gorro, pantalón impermeable, ropa de abrigo, campera, cubre mochila impermeable y por supuesto los aislantes y las bolsas de dormir.
En los campamentos libres no hay servicios y no se puede encender fuego. Los residuos también deben ser transportados de vuelta al pueblo.
Cargamos varias garrafas de gas propano-butano, nuestro calentador DOITE, algunos paquetes de fideos, sopas, chocolates, caramelos, galletitas y partimos al mediodía.
Nos detuvimos en “Viento Oeste” donde alquilamos los bastones de trekking que nos faltaban y encaramos la primera subida.
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La subida, la edad y la falta de preparación física se hacen sentir en un integrante de la familia que no posó para la foto |
Íbamos muy cargados y debíamos parar a descansar bastante seguido. Aprovechábamos para hidratarnos ya que agua es lo que sobra y debido al esfuerzo físico se transpira bastante. También en cada parada tratábamos de ingerir algún alimento con azúcar que rápidamente se convierten en energía.
Despacito ganamos altura y cuando nos quisimos acordar ya estábamos en el mirador del Fitz; la parte más dura dentro del bosque había quedado atrás.
Nos desviamos unos cientos de metros y descansamos en la orilla de la laguna Capri. Decidimos continuar hacia Poincenot.
Conocíamos el recorrido porque lo habíamos hecho el verano anterior.
Venía ahora la parte con poca pendiente que transcurre siguiendo el sendero entre los arbustos (no recuerdo como se llaman). Como producto de las lluvias encontramos charcos que al principio intentábamos esquivar. Cuando vimos que resultaba imposible esquivarlos a todos, decidimos embarrarnos.
El tramo desde la Capri hasta Poincenot se desarrolla con la vista del Fitz y sus agujas escuderas al frente lo que hace que el cansancio se sienta menos.
Cruzamos el puente sobre el arroyo Chorrillo del Salto, el mismo de la cascada cerca del pueblo y enseguida llegamos al bosque donde se encuentra el área de acampe. Habíamos recorrido aproximadamente 11 km desde que salimos del pueblo.
Nos encontramos con más o menos quince carpas y buscamos lugar para armar la nuestra. En el campamento hay refugios hechos con troncos.
Tienen un poco más de un metro de altura para resguardar las carpas de los fuertes vientos que soplan en la zona.
Apenas se sale del bosque, a más o menos 30 mts de las carpas, corre el ........que nos permite abastecernos de agua.
La tarde estaba nublada y solamente se veía el bosque que esta al otro lado del arroyo y por el cual sigue el sendero que pasando por el campamento Río Blanco continúa hasta la Laguna de los 3.
Primer problema: nuestro palacete sobresaldría mucho más arriba que los refugios.
Segundo problema: los refugios estaban calculados para alojar una carpa con un piso de menor superficie.
La presencia de tantas carpas nos permitiría acudir a alguna de ellas en busca de auxilio en caso que las cosas se pongan difíciles.
Buscamos hasta que en uno de los refugios pudimos armar la carpa. Por supuesto no se trataba del mejor lugar. Estaba entre los refugios periféricos y del lado que soplaban los vientos y por lo tanto con mayor exposición. El sobretecho no quedaba muy elegante y tuvimos que atar las riendas del mismo a los árboles vecinos.
Como estaba nublado, con seguridad oscurecería mucho más temprano.
Terminamos de armar la carpa y enseguida nos preocupamos por cocinar para “tener” la panza llena antes que las cosas empeoren.
Terminamos de comer cuando comenzó a soplar el viento y enseguida cayeron las primeras gotas.
Mis dudas se centraban en si la carpa se bancaría una tormenta.
Eran más o menos las 19 hs cuando tuvimos que entrar.
La “ventaja” si es que puede llamarse así, es que estaba toda la familia junta, las mochilas adentro y todavía sobraba lugar. Para acomodar las cosas o cambiarnos de ropa podemos pararnos.
Poco a poco fue oscureciendo y el viento y el agua cada vez castigaban con más intensidad.
En un autocamping siempre está el vehículo como último recurso cuando la carpa amenaza con volarse o con hacer agua pero aquí las cosas eran distintas.
Poco a poco nos invadió ese estado de somnolencia tan particular de la vida en carpa cuando no queda otra cosa que hacer más que cerrar los ojos y dejar que “pase el tiempo”.
Habiendo perdido noción de la hora, a cada rato me despertaba para verificar si entraba agua.
El viento no soplaba en forma continua y se sentía a lo lejos un bramido que aumentaba en intensidad a medida que se acercaba. Nos hacía recordar el sonido de una locomotora cuando se aproxima.
Llegaba, sacudía la carpa que se aplastaba un poco y pasaba de largo.
Así transcurrieron las primeras horas que nos parecieron interminables hasta que el sueño nos venció....