POINCENOT - LAGUNA DE LOS TRES
Cuando nos despertamos por la mañana ya no llovía y se veían los rayos del sol filtrándose entre los árboles. Eran más o menos las 10 hs.
Medio dormido, caminé hasta el filo del bosque y al levantar la vista en dirección al arroyo, no podía creer lo que veía: la cima del Fitz, totalmente despejada, estaba ahí adelante sobresaliendo por encima de los árboles.
CERRO FITZ ROY Y AGUJA POINCENOT VISTOS DESDE LA CARPA |
Enseguida desperté al resto de la familia. Las tareas se sucedieron rápidamente: desayuno, preparación de una mochila con alimentos, caramañolas, abrigos, bastones, etc. Había llegado la hora de “meterle pata” rumbo a la Laguna de los 3.
La ventaja de dormir en los campamentos es que permite disponer de más tiempo para disfrutar del paisaje sin tener que apurarse para volver al pueblo.
El sendero entre Poincenot y Río Blanco discurre dentro del bosque y sin pendientes pronunciadas.
Se cruza el Río Blanco que nace en la Laguna Sucia por un precario puente de troncos.
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JAVIER cruzando el puente sobre el Río Blanco |
Nora y los chicos subiendo la morena camino a Laguna de los Tres |
Río Blanco es campamento dedicado exclusivamente a escaladores que esperan la ventana de buen tiempo para intentar ascender alguna de las agujas y no posee buena vista desde el punto de vista del paisaje.
SENDERO A RECORRER PARA LLEGAR A LA LAGUNA DE LOS TRES |
A partir de ahí el sendero se empina y exige un mayor esfuerzo físico para sortear una distancia de 2,5 km y un desnivel de 400 mts.
Se lo debe tomar con calma, sobre todo si uno no está entrenado pero el esfuerzo vale la pena.
A medida que se asciende se pueden ver hacia la izquierda las lagunas Capri, Madre, Hija y Nieta (algunos le dicen así) y a lo lejos el lago Viedma.
Vista desde el sendero a Laguna de los Tres Desde el extremo inferior izquierdo se observa en en una misma línea las lagunas Madre, Hija y Nieta. En el centro de la foto, Laguna Capri. Al fondo, en la parte superior de la foto y de izquierda a derecha está el lago Viedma. |
A menudo se da que en la zona de la Laguna de los 3 y en El Chaltén el tiempo esté muy malo y en el lago Viedma, que en línea recta está muy cerca, brille el sol.
Hicimos algunas paradas en medio de la subida para recuperar el aliento, tomar algo de agua y mirar hacia atrás.
El mirar hacia atrás es una práctica recomendable cuando se hace trekking ya que permite tomar puntos de referencia y memorizar vistas que seguramente tendremos cuando volvamos y contribuye a mantenernos orientados.
Cuando parece que llegamos, descubrimos que estamos en una antecima y todavía queda un tramo corto y plano y una última subida.
Tomamos aire y atacamos esta subida final para llegar a la arista de la antigua morena frontal del Glaciar de los Tres.
El esfuerzo valió la pena. Tenemos delante nuestro la Laguna de un azul inmaculado que contrasta con los glaciares que llegan casi hasta sus orillas.
Y ahí nomás, encima nuestro, el Fitz Roy y las agujas Poincenot y Saint Exupéry.
LAGUNA DE LOS TRES |
Si bajamos hacia la laguna y la bordeamos hacia nuestra izquierda llegamos al balcón natural de la laguna Sucia. Sobre ella también se derrama un glaciar y si tenemos suerte podremos ver desde una ubicación privilegida como cae algún bloque de hielo. Impresiona la pureza de su color verde.
Estimo que estuvimos en ese lugar paradisíaco alrededor de 3 horas.
No teníamos apuro y además contábamos con la ventaja de tener que volver solamente hasta la carpa y no tener que seguir hasta El Chaltén.
Mirando hacia el Glaciar de los Tres, nos llamaron la atención dos puntos negros que parecían moverse lentamente. Binoculares en mano comprobamos que se trataba de dos escaladores o trekkers que ascendían por el hielo hasta desaparecer de nuestra vista.
Un cóndor nos sobrevoló a baja altura para completar así el cuadro perfecto que la naturaleza nos regaló.
A eso de las 15 hs decidimos volver. Llenamos las caramañolas con agua de la laguna y comenzamos a bajar.
La pendiente al bajar impresiona más que al subir pero no resulta peligrosa, sobre todo si se la corta recorriéndola en forma de zigzag.
Llegamos a Río Blanco, cargamos agua y le echamos una mirada a las carpas de los escaladores que en su mayoría estaban vacías. Aprovechando el buen tiempo seguramente habían partido para intentar alguna escalada.
Notamos que ahí abajo el viento soplaba con intensidad.
Cuando salimos de la protección del bosque y encaramos hacia el puente de troncos las ráfagas eran muy fuertes.
Nos paramos y organizamos el cruce. Me preocupaba que una ráfaga sorprenda sobre los troncos a Pablo que con sus 10 años era bastante liviano.
Me hice cargo de su bastón para que tuviera ambas manos libres y esperamos cerca el principio del puente. Apenas pasó la ráfaga se agachó y cruzó rápidamente. Cuando llegó la próxima ya estaba del otro lado.
Pocos minutos después llegamos a las carpas.
Como el día anterior, el tiempo estaba desmejorando a pasos agigantados.
Nos apuramos para cocinar e intentar comer antes que se haga imposible hacerlo a la intemperie.
Debido a que se trataba de nuestra primera salida y que habíamos partido del pueblo apurados apenas vimos que el tiempo había mejorado transitoriamente, no calculamos bien la cantidad de comida a llevar.
Esa noche empezó el racionamiento porque temíamos que la tormenta nos obligue a pernoctar otro día más.
Estiramos cada sobre de sopa para hacerlo rendir de 3 a 4 tazas. Diríamos que era agua saborizada y no sopa crema.
Terminamos de cenar cuando nos mojaban las primeras gotas.
Antes de las 18 hs, ya estábamos en las bolsas de dormir. Aprovehamos la ventaja de estar los cuatro en la misma carpa para charlar y establecer cursos de acción para el día siguiente. Nos preocupaba la posible falta de alimentos.
Esa noche la tormenta fue más intensa.
Amaneció con el cielo cubierto.
En la noche se había instalado otra carpa junto a la nuestra. Mientras desayunamos aprovechamos para charlar con los vecinos: un médico ecuatoriano que vive en los EEUU y su hijo veinteañero, que daba sus primeros pasos en la escalada.
Enseguida el trueque fluyó naturalmente: nos sobraba gas y nos faltaba comida. Exactamente lo contrario le pasaba a ellos.
Nos contaron el recorrido que estaban realizando por nuestra Patagonia y comentaron que los sorprendía gratamente ver que estábamos acampando allí en familia.
Las pocas familias con chicos que visitaban la zona se alojaban en cabañas o en los campings del pueblo.
Decidimos desarmar la carpa, armar las mochilas y empezar a bajar.
Estimamos que íbamos a encontrar mucho barro y agua en la zona de mallines que está entre Poincenot y Capri. Es el tramo que corre fuera del bosque y donde estaríamos más expuestos en caso que se desatara una tormenta, que por suerte no vino.
Embarrados y bajo una copiosa caída de agua nieve, atravesamos ese sector. Cuando alcanzamos el mirador le echamos una última mirada al Fitz cuya cima estaba tapada por las nubes y nos internamos en el bosque.
Descendimos rápidamente y después de mediodía llegamos a El Chaltén.
Necesitábamos una ducha caliente, una buena comida y dormir en una cama.
Nuestro deseo: que hubiera lugar en las cabañas Austral. Por suerte una cabaña estaba vacía.