PERITO MORENO - LOS ANTIGUOS

Perito Moreno, llamada así en homenaje al científico e incansable explorador patagónico, tiene aproximadamente 3000 habitantes y es punto de partida para excursiones a la Cueva de las Manos y al Lago Buenos Aires. Para los nativos fue “Pari Aike”, nombre de un yuyo.

Nos alojamos en el Casino del Escuadrón 39 de Gendarmería. Un rato y pocas cuadras en el auto bastan para recorrer el pueblo.

Estábamos contentos, ya que habíamos llegado rápido y sin problemas mecánicos.

Al día siguiente decidimos ir hasta “Los Antiguos”, lugar que habíamos visitado cuando reingresamos al país procedentes de Chile Chico después del viaje por la Carretera Austral. (Será motivo de otro relato).

Recostada sobre el Lago Buenos Aires y distante 60 km de asfalto desde Perito, era un lugar sagrado para los tehuelches que la llamaban “I Keu Konk” (lugar de los ancianos).

Es una zona llena de chacras frutihortícolas ya que su excelente microclima permite conseguir cerezas, frutillas y frambuesas de la mejor calidad.

El lago Buenos Aires es el segundo más grande de Sudamérica, sólo superado por el Titicaca.

Justo esa mañana se celebraba la fiesta del pueblo a la cual asistimos.

Resultó una ser ceremonia entretenida y emotiva, con desfile cívico – militar y entrega de diplomas a los habitantes pioneros. Digo “entretenida” porque previamente al inicio del acto y durante el mismo, estuvimos en presencia de un duelo musical entre la banda militar y los bombos y tambores de algunos pobladores que, con pancartas y estribillos, manifestaban su disconformidad con las autoridades comunales.

Debo descatar que si bien hacían sentir su descontento durante la mayor parte del acto, durante la ejecución del himno nacional, el izamiento de la bandera y la entrega de testimonios a los pioneros, como no podía ser de otra manera, suspendieron su protesta para unirse al resto de los vecinos en la celebración. Cuestiones de “pago chico”.

El cronograma de actos incluía un asado popular al cual no concurrimos, aunque nos vimos tentados a hacerlo.

Era mediodía cuando llegamos, luego de una corta subida, al Mirador del río Jeinimeni. La vista es hermosa y abarca el Lago Buenos Aires (Gral Carreras en su porción chilena), los ríos Los Antiguos y Jeinimeni (límite internacional) que desembocan en el lago, el pueblo de los Antiguos y sus chacras y hacia el oeste el pueblo chileno de Chile Chico y a lo lejos, nevado, los picos del Cerro Castillo. Frente a ese magnífico cerro pasa la Carretera Austral.

Los Antiguos y sus zonas cercanas fueron cubiertos de cenizas expulsadas en forma de lluvia por el volcán Hudson en su erupción de 1991. La muerte de millares de ovinos y la pérdida de plantaciones produjeron pérdidas millonarias.

Retornamos al pueblo y decidimos almorzar en el camping, aprovechando para charlar con un ciclista alemán que se tomaba seis meses para recorrer a puro pedal, la patagonia argentino - chilena.

En eso estamos cuando Pablo nos dice que no se siente bien.

La otitis, con fiebre incluída,  decía “presente”.

En la gran ciudad, eso no es problema pero cuando uno está lejos de casa, de vacaciones y moviéndose de un lado a otro, la cosa puede complicarse.

Consulta médica, cálculos matemáticos básicos y la conclusión: la dosis de antibióticos que le habían dado en Buenos Aires era insuficiente para su edad y peso.

Por suerte en la farmacia del pueblo conseguimos los fármacos necesarios; caso contrario, y esto es muy común, habría que pedirlos a Comodoro.

El pueblo en muchos aspectos se “encuentra aislado”, casi todos los productos se deben traer desde esa ciudad chubutense, centro de abastecimiento de gran parte de la Patagonia.

Bueno, con ese panorama, tendríamos que permanecer en la zona hasta que Pablo mejore.

Dedicamos el resto del día a descansar.

Pablo amaneció sin fiebre y sin dolor de oídos.

Luego del almuerzo, aprovechamos la tarde para visitar la estancia “Telken”, ubicada a ..... km al sur del pueblo y sobre la 40. La estancia brinda servicios turísticos con alojamiento y comidas o en la modalidad de camping. Fuimos atendidos maravillosamente bien por sus dueños, con quienes compartimos un delicioso té con tortas.

Al atardecer volvimos a Perito, que desde la 40 se ve chiquito, en una hondonada en medio de la estepa.