TAFÍ DEL VALLE - RUINAS DE QUILMES - CAFAYATE
Sábado 18 de febrero
Después
de disfrutar un excelente desayuno buffet, dejamos el Hotel del ACA y con un día
soleado y temperatura agradable, partimos para visitar los alrededores de Tafí.
Había
mucho movimiento ya que en los caminos de ripio cercanos a la localidad, se
estaban corriendo las etapas de velocidad (primes) del Rally.
Vista de Tafí del Valle |
Tomamos
un camino que asciende por los cerros y nos permite tener una vista del pueblo y
el valle circundante. Me sorprendió el contraste de estas montañas donde reina
el color verde en sus distintas tonalidades respecto de las montañas sin
vegetación y multicolores que habíamos visto hasta ahora, tanto en San Juan
como en La Rioja y Catamarca.
La
cercanía de Tafí respecto a la ciudad capital de San Miguel del Tucumán,
permite que exista un miniturismo provincial que originó la construcción de
muchísimas casas de vacaciones y de fin de semana.
Nosotros
no habíamos pensado pasar por Tafí por lo cual no teníamos idea de cómo era
la zona ni que lugares visitar ya que “llegamos hasta allí casi
accidentalmente”, y todo lo que veíamos tenía una carga de factor sorpresa
porque veníamos sin ninguna expectativa previa.
Sabía
de la existencia de los famosos menhires y quisimos visitarlos.
Partimos
rumbo a El Mollar, pueblo distante pocos kilómetros y cuyas luces por las
noches se ven desde
Tafí.
Vista del Embalse y al fondo el pueblo de "El Mollar" |
Pasamos
por el embalse del mismo nombre, cuya existencia desconocíamos y que es apto para
la navegación, pesca y deportes acuáticos y al que concurre mucha genta para
hacer picnic en sus orillas.
Por
dos motivos nos
detuvimos en la zona del paredón del embalse: mirar el paso de
los autos de carrera en el camino de ripio que corre unas decenas de metros más
abajo y observar el chorro de agua, cuan fuente gigantesca, generado por la
liberación de parte del caudal embalsado.
En
busca de los famosos menhires continuamos
hacia el pueblo que cuenta con abundante hotelería y
campings a orillas del Lago.
Había
visto fotografías que algunos amigos tomaron hace unos cuantos años y también las que
figuran en la guía YPF del año 2000 y los imaginaba colocados en un
entorno abierto y natural, si bien sabía que cuando se tomaron esas fotos, ya
habían sufrido una reubicación.
Los
carteles indicaban que debíamos entrar a la parte céntrica de El Mollar, que a
esa altura del mediodía estaba colmado de gente y autos de carrera. Algo no
cerraba ya que los “menhires deberían estar en otro lado”.
Preguntamos
y nos indicaron que estaban ahí nomás, a 50 mts, en una “plaza”, tipo
museo.
Hacía
poco tiempo que habían sido trasladados a este lugar por lo cual caímos en la
cuenta que las fotos de la guía YPF son anteriores a este movimiento.
Aunque
comprendemos que tal vez haya sido necesario protegerlos frente a la depredación
de turistas y tal vez lugareños, para nosotros fue una desilución y no los
visitamos.
Retomamos la ruta 307 con rumbo norte para viajar a la
Provincia de
Salta, teniendo a Cafayate como objetivo del día.
Haríamos
en sentido contrario el camino que el día anterior habíamos “sufrido” a
consecuencia de las nubes bajas. Ahora el sol brillaba y podríamos disfrutarlo.
Luego
de pasar Tafí, la ruta comienza a ascender en zigzag entre las casas que cada
vez se dispersan más y, mirando hacía atrás, se obtienen vistas hermosas de la villa veraniega, del embalse y del Mollar.
Vista Panorámica desde la ruta rumbo que condude a Amaichá del Valle |
|
A
nuestra izquierda se observan campos con sus plantaciones y animales y el cauce
pequeño del río Tafí que baja hacia el pueblo.
Cuando
llegamos al abra del Infiernillo (3042 msnm), la ruta cambia de pendiente
y comienza a bajar rumbo a Amaichá del Valle, acompañada por el río Amaichá
que baja hacia los Valles Calchaquíes.
De
a poco aparecen los primeros cardones y al frente tenemos el Valle
Calchaquí, cerrado al oeste por las sierras de Quilmes o del Cajón a cuyos
pies corre el río Santa María. Estamos viendo desde las alturas, parte del
recorrido del día anterior cuando venimos desde Tinogasta.
Hay
una entrada que permite visitar un observatorio astronómico.
El
camino sigue bajando hacia Amaichá.
En inmediaciones de la Terminal de Omnibús se concentran varias parrillas y restaurantes que a esa hora estaban colmados de gente.
Seguimos
por la ruta 357 en dirección noroeste rumbo a la Provincia de Salta.
Cruzamos
el río Santa María, cuyas aguas de deshielo y de lluvias corren en dirección
sur – norte por lo que es el primer tramo de los Valles Calchaquíes, con las
sierras de Quilmes al oeste y las sierras Calchaquíes al este.
Después
de recorrer 14 km, se empalma la RN 40 y se dobla a la derecha con rumbo
norte. A 3k de allí la cartelería señala la entrada a izquierda que conduce
a las Ruinas de Quilmes, distante 5 km de ripio..
Llegamos al Centro de Visitantes que contiene museo y local de
venta de artesanías, libros y remeras.
Vista del valle desde las ruinas de Quilmes |
Al centro y a la izquierda, el Hotel |
El
lugar está privatizado y se debe pagar una entrada que comprende la visita
guiada en el museo y la posibilidad de recorrer las ruinas.
Vecino
al Museo se ha construído un hotel por
lo cual se puede pernoctar en el lugar.
Fue
uno de los más importantes asentamientos prehispánicos argentinos, habitado
desde el año 800 DC y que hacia mediados del siglo XVII llegó a contar con 3000
habitantes, cifra que si se incluye el resto del área bajo su control, trepa a
10000 individuos.
Habían
logrado un alto grado de organización social y económica sumado a una elevada
conciencia de grupo, lo cual le permitió resistir los intentos de evangelización
y luego de conquista militar. Fue el último bastión indígena frente al avance
español, vencido solamente cuando se logró aislarlo de sus plantaciones y
fuentes de agua.
Los
últimos sobrevientes quilmes de las guerras calchaquíes, en total unas 250
familias, fueron deportados a la Provincia de Buenos Aires, actual ciudad de
Quilmes y según cuenta la historia, fueron traídos caminando bajo condiciones
inhumanas. Muchos de ellos perecieron.
Su
emplazamiento está ubicado a 1850 msnm y consta de una ciudadela, protegida por
dos fortalezas que están en dos crestas montañosas, una hacia el norte y la
otra hacia el sur.
En
la falda de la montaña se ubicaba la zona residencial, con más o menos 100
unidades habitacionales, distribuídas de manera regular. Cada unidad consta de
una gran casa comunal de forma rectangular, que posiblemente estuvo rodeada de
galerías y que servía a las tareas generales de cada familia. A los costados
se adosaron construcciones circulares que posiblemente servían como depósitos,
molienda o tumbas.
Vista del sector destinado a viviendas |
Al
sur de esta área, que es la más visitada y que fue reconstruída en su mayor
parte, están los restos de otra área poblacional más grande y de una represa,
cuya agua era utilizada para regar.
Las
ruinas pueden visitarse en una caminata corta y que no insume esfuerzo alguno,
salvo soportar el calor y el sol que generalmente son muy fuertes.
Si
se tienen más ganas de caminar y algo de estado físico, existe un circuito,
con fuertes pendientes, que
sube por por los costados de la ciudadela, pasando por la
mitad del cerro y enlazando ambas fortalezas.
A media altura y sobre el costado izquierdo se observa la Fortaleza |
Aprovechando
que se había nublado,
elegimos la variante del circuito largo. Nos demandó aproximadamente una hora y media pero las
vistas que se obtienen tanto de las ruinas como del valle son espectaculares.
Apenas
bajamos, salió nuevamente el sol y enseguida la sensación térmica aumentó
considerablemente.
Pensamos
que sería un lugar poco vistado pero cuando partimos, contamos más de treinta
vehículos en la playa de estacionamiento.
Vista de la Fortaleza derecha |
La
pendiente de la montaña mira hacia el este por lo cual es conveniente visitar las ruinas
después de las 16 o 17 hs, con el sol a nuestras espaldas y antes que se esconda detrás de las
montañas.
Retomamos
la RN 40 y continuamos viaje hacia el norte, pasando por Colalao del Valle.
Cruzamos el límite interprovincial y ya en Salta dejamos atrás Tolombóm para
llegar, previo cruce del río Lorohuasi y de transitar frente a imponentes viñedos
de la bodega Etchart, a la ciudad de Cafayate.
Según
el censo de 1991, Cafayate, tenía 7100 habitantes.
Está
ubicada al pie de los cerros y frente a la confluencia de los ríos Santa María
y Calchaquí y, junto a Tolombón, en tiempos prehispánicos estuvo habitada por
importantes poblaciones indígenas. También se instalaron misiones jesuíticas
y franciscanas.
Hacia
fines del siglo XX era la segunda ciudad en importancia de la provincia de Salta
pero hoy ocupa el decimosexto lugar y el hecho de quedar al margen del crecimiento
explosivo de otros centros urbanos le ha permitido conservar mucha edificación
antigua y una atmósfera atractiva para el turismo, que en un principio era
salteño y tucumaño y mayoritariamente estival pero que hoy reúne a visitantes
internacionales que vienen durante todo el año.
La
Serenata Cafayateña es el encuentro folklórico más importante de la
provincia.
Las
oferta de alojamiento es variada, incluyendo muy buen camping con pileta y hotelería para distintos bolsillos.
Una
habitación triple, con desayuno incluído, se consigue en aproximadamente $ 80 a
$ 90, aunque no todos tienen estacionamiento propio.
El
ACA posee un hotel grande, con pileta, TV, restaurante, estacionamiento,
desayuno y amplio parque que evidentemente tuvo una época de esplendor y en el
cual se nota que las habitaciones deberían sufrir un reacondicionamiento, máxime
considerando que la tarifa para socios es de $ 130 por una habitación triple.
Tal
vez porque siento “la camiseta” del ACA después de muchos años de socio,
elegimos esta opción y no tuve motivos de queja: la atención es excelente
aunque si se lo compara con las instalaciones y servicios *** de los hoteles del
Club en Tafí del Valle y Cachi, pertenecientes al mismo concesionario, resulta
caro.
Por
primera vez en nuestro periplo habíamos llegado a una ciudad con tiempo de
sobra y decidimos aprovecharlo para visitar el centro, que como es lógico está
alrededor de la plaza principal.
Fuímos
muy bien atendidos en la Oficina de Turismo que está emplazada en la
misma plaza.
Respecto
a los atractivos de la zona, un
lugar preponderante lo ocupan las bodegas que ofrecen visitas guiadas con
degustación de vinos incluídas. Si bien tomamos vino, no somos entendidos en
el tema y descartamos esa opción aunque para aquellos que conocen del asunto
es una oportunidad para no desperdiciar, máxime que son gratuitas.
La
plaza es grande y muy buen cuidada, concentrando mucha vida social a su
alrededor, lo cual incluye varios restaurantes que colocan sus mesas en la
vereda y sobre la calle. Los precios son acomodados y disfrutamos de un locro
muy rico y abundante.
Fuimos
a la heladería de la familia Miranda a probar el helado de vino, muy codiciado
por los turistas extranjeros ya que ese invento aparece en las guías
internacionales. Probé los dos gustos con los cuales se elabora y,
sinceramente, prefiero los helados tradicionales.
Esa
noche se festejaba el Carnaval y se había montado un corsódromo al cual no
concurrimos.
Nos
fuimos a dormir ya que la caminata de las ruinas de Quilmes se hacía sentir.